Dios nos ha redimido, por amor, en su querido Hijo. “porque de tal manera amó Dios al mundo que le entregó a su hijo único para que todo el que crea en Él no se pierda, más tenga vida eterna”. Jn. 3,16
Leemos en génesis 1"26. Dijo Dios: «hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza... 27. Y creó dios al hombre a su imagen. A imagen de dios lo creó. Macho y hembra los creó. 28. Dios los bendijo, diciéndoles: «sean fecundos y multiplíquense. Llenen la tierra y sométanla. Tengan autoridad sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre todo ser viviente que se mueve sobre la tierra.»" y estos serian los cinco primeros regalos de dios a la humanida.
Pero el hombre peca y al pecar rompe su amistad con Dios. Al pecar se sale voluntariamente del prósito inicial de Dios. Entonces, Dios prepara un plan de salvación, que consiste en nacer de nuevo. Nacer del agua y del Espíritu. “Porque el que no nace de nuevo no podrá entrar al reino de los cielos”.
Asi comienza la mayor obra del amor de Dios. Jesús como víctima de propiciacion, como Cordero manso llevado la matadero, como el Cordero de Dios que quieta el pecado del mundo, cargó sobre el madero de la cruz los pedados de la humanidad y los llevó al Calvario donde los lavó con su Sangre Preciosa.
Este mandamiento ahora se divide en dos... Que en realidad son tres: Amar a Dios sobre todas las cosas. Amarte a ti como la obra maestra de la creación. Amar al otro como la manera más fácil de enocntrarte con Dios. El amor de Dios es incondicional según romanos 5,8-11… Su amor no tiene límites. Él está listo para perdonarnos y restaurarnos. Solo tenemos que aceptar su petición de amistad, Que no aparece como un meme en nuestras redes sociales, sino que está escrita con sangre al madero de la cruz y se derrama copioso sobre los altares en cada Eucaristía y que nos espera vivo en el Santísimo Sacramento del altar. Para liberarnos, para sanarnos, para tocarnos con su amor… para salvarnos.
Estamos en cuaresma y una parábola importante es la parábola del Padre Misericordioso en la que se nos narra el verdadero proceso de conversión que consiste en haber conocido a un Dios vivo y haber abandonado los brazos amorosos de Dios. Haber abandonado el propósito para el cual fuimos creados. Haber experimentado los placeres pasajeros de este mundo, “jartarse” de pecar, hasta descubrir que ahí no está la felicidad. Es sentirse enfermo, culpable, abandonado, infeliz, pecador, miserable… Es reconocer que se está mejor en la casa de papá y querer volver… Es decir desde lo más hondo de nuestro corazón: Padre he pecado contra el cielo y contra Ti, ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus sirvientes. Es ponerse en camino y ver desde la distancia al Padre bueno que sale a nuestro encuentro y se acerca corriendo, se cuelga a nuestro cuello, nos llena de besos, nos baña con sus lágrimas, y sin decir palabra ya nos ha perdonado. Es la diligencia… rápido, traigan una túnica vístanlo de fiesta con el alba sacerdotal de la pureza y la armadura de Cristo. Rápido, colóquenle sandalias en los pies, las del misionero que va por los montes anunciando el Evangelio. En seguida, colóquenle un anillo en el dedo, el anillo de la nueva alianza, el de “tú eres mi hijo amado y yo soy tu Papá. A toda prisa, maten al cordero cebado, al de la promesa, al eucarístico, al nuevo maná. Quiere Dios que comas de la Eucaristía, que te comas al Dios vivo y que te parezcas al Dios que te comes. Quiere Dios que seas sagrario que contiene a Cristo y lo guardes en lo más profundo de tu corazón con toda clase de respeto y veneración. Y que al saberte sagrario, llegues a ser también custodia que, lleva a Cristo y lo hace presente donde quiera que vas. El modelo a seguir es María Santísima…al saberse preñada de Dios, se supo Sagrario y guardó a Dios por nueve meses n su vientre y para siempre en su corazón. Y al saberse Sagrario quiso convertirse Custodia y salió a toda prisa a llevarle a su hijo a todos los demás comenzando por su propia familia.
El amor de Dios, manifestado en la salvación que nos trae Cristo abre las puertas del cielo al hombre; puertas que estaban cerradas como consecuencia del pecado, pero que ahora se han abierto como consecuencia de haber sido borrado el pecado. Así de grande te ama tu Señor y tu Dios. Así… hasta dar la vida por ti en la cruz. Así es el amor incondicional de Dios.