En este espacio sagrado, donde la luz de la fe se hace más intensa, nos reunimos en Santa Misa y ante la solemne exposición del Santísimo Sacramento. Nuestros corazones se elevan en una plegaria unánime, una súplica ferviente que abarca dos intenciones de profunda significación para nuestra Iglesia Católica.
Elevamos nuestras voces, en primer lugar, por las vocaciones. Rogamos al Dueño de la mies que siga llamando a corazones generosos a seguir las huellas de su Hijo amado. Que el Espíritu Santo ilumine a jóvenes y adultos, inspirándoles el deseo de entregarse al servicio de Dios y de su pueblo, ya sea en el sacerdocio, la vida religiosa o el diaconado permanente. Que sepan escuchar con valentía la voz del Señor que les invita a dejarlo todo para seguirle, encontrando en esa entrega la plenitud de sus vidas. Que sus "síes" sean firmes y gozosos, sostenidos por la gracia divina y el acompañamiento de toda la comunidad creyente.
En segundo lugar, nuestra oración se dirige con especial intensidad hacia la elección del nuevo Sucesor de Pedro. En este momento crucial de la historia de la Iglesia, pedimos al Espíritu Santo que ilumine a los cardenales electores. Que, en su discernimiento, puedan reconocer al pastor que guiará a la grey de Cristo con sabiduría, fortaleza y amor. Que el nuevo Papa sea un faro de esperanza y unidad, un servidor humilde del Evangelio, un constructor de puentes y un defensor incansable de la verdad y la caridad. Que su pontificado esté marcado por la fidelidad a la tradición apostólica y por una renovada apertura a los desafíos del mundo contemporáneo.
Ante Jesús Sacramentado, fuente de toda gracia y santidad, confiamos estas intenciones. Sabemos que su amor infinito y su misericordia inagotable escuchan nuestras plegarias. Que la Eucaristía, memorial de su entrega total, nos fortalezca en la fe, nos impulse a la caridad y nos una en un mismo espíritu de oración por las vocaciones y por el futuro de nuestra Iglesia. Amén.