La Vida Consagrada es una realidad, que está presente en la Iglesia desde sus orígenes, y por su gran variedad de formas y de expresiones no es simple de explicar. San Juan Pablo II se refiere a ella como un don, un regalo que Dios Padre por medio del Espíritu Santo ha dado a su Iglesia y que está profundamente enraizada en los ejemplos y enseñanzas de Cristo el Señor (cf. Vita Consecrata). El Código de Derecho Canónico, haciendo un maravilloso compendio del magisterio del Concilio Vaticano II, nos dice que la Vida Consagrada por la profesión de los consejos evangélicos de castidad, pobreza y obediencia constituye “una forma estable de vivir en la cual los fieles, siguiendo más de cerca a Cristo bajo la acción del Espíritu Santo, se dedican totalmente a Dios como a su amor supremo, para que entregados por un nuevo y peculiar título a su gloria, a la edificación de la Iglesia y a la salvación del mundo, consigan la perfección de la caridad en el servicio del Reino de Dios y, convertidos en signo preclaro en la Iglesia, preanuncien la gloria celestial” (c.573 § 1). Expresado de manera más sencilla, la Vida Consagrada es la respuesta libre y amorosa de algunos bautizados, mujeres y hombres, hacia un don, un carisma, recibido por Dios para hacer presente Su Reino en el mundo a través de la dedicación total de la vida a Él, sirviendo a la Iglesia y al prójimo.
De modo muy general, las formas en que se puede asumir este estado de vida en la Iglesia son cinco: 1) los Institutos Religiosos, 2) los Institutos Seculares, 3) la Vida eremítica o anacorética, 4) las Vírgenes y Viudas consagradas, y 5) las Sociedades de Vida Apostólica. Los Institutos Religiosos son aquellos donde sus miembros por la observancia de los consejos evangélicos mediante votos públicos, llevando vida fraterna en común, según su carácter propio y finalidad, buscan dar testimonio del amor de Dios y de la unidad entre Dios y su Iglesia (cf. CIC c.607). Es el estilo de Vida Consagrada más antiguo y numeroso en la Iglesia. Aquí es donde se ubican las antiguas instituciones monásticas, las órdenes medievales y las congregaciones modernas. En los Institutos Seculares los fieles, viviendo en el mundo, aspiran a la perfección de la caridad, y se dedican a procurar la santificación del mundo sobre todo desde dentro de él (cf. CIC c.710). Los ermitaños, sin profesar siempre públicamente los tres consejos evangélicos, a través de un apartamiento estricto del mundo, unido al silencio de la soledad, a la oración asidua y a la penitencia, dedican su vida a la alabanza de Dios y salvación del mundo (cf. CIC c.603). Las vírgenes y viudas consagradas son mujeres que llamadas por el Señor para consagrarse a Él enteramente con una libertad mayor de corazón, de cuerpo y de espíritu, han tomado la decisión de vivir en estado de virginidad o de castidad perpetua a causa del Reino de los cielos (cf. CEC n.922). Junto a estas diversas formas de Vida Consagrada se encuentran las Sociedades de Vida Apostólica. Sus miembros, guiados por sus constituciones, llevando vida fraterna en común y abrazando o no los consejos evangélicos buscan el fin apostólico propio (cf. CIC, c.731).
En la región oeste de Puerto Rico donde está ubicada la Diócesis de Mayagüez, la vida consagrada ha tenido una presencia histórica fuerte y fructífera. Desde los inicios de la evangelización en la isla han sido numerosas las comunidades de consagrados, tanto femeninas como masculinas, que con su fidelidad evangélica y testimonio apostólico han servido al bienestar y permanencia de la fe en la región. El martirio de frailes acontecido en el s. XVI, el establecimiento de hospitales, escuelas, casas de acogida para personas enfermas o sin hogar, centros de cuido para niños y ancianos, centros misioneros y de evangelización, casas de retiros, comedores para desamparados e indigentes, y el cuidado pastoral de muchas comunidades parroquiales son algunos ejemplos. Testimonio evangélico que ha suscitado abundantes vocaciones, tanto para el clero secular como para la Vida Consagrada.
Este acompañamiento se realiza a través del Delegado diocesano para la Vida Consagrada y la Comisión diocesana para la Vida Consagrada.
El Delegado por encargo del Sr. Obispo sirve de enlace entre las comunidades de consagrados que laboran en la Diócesis y la administración diocesana. Este oficio puede ser ejercido por consagrados hombres o mujeres. En estos momentos en la Diócesis de Mayagüez, el Delegado es el P. William Saltar Arocho, sfm.
La Comisión de Vida Consagrada, de la que forma parte el Delegado, es el organismo diocesano que acompaña, acoge, y brinda espacios de encuentro entre las diversas comunidades de Vida Consagrada. Es el ente, que reconociendo la realidad de las comunidades y escuchando sus necesidades particulares, brinda oportunidades y apoyo para la resolución de situaciones diversas. Además, provee espacios de formación permanente y encuentros que fomentan la fraternidad. Entre sus miembros siempre se intenta que haya representantes de los distintos estilos de Vida Consagrada presentes en la Diócesis. En la Diócesis de Mayagüez está constituida por siete miembros y es coordinada por la Hna. María Susana Méndez Salas, CFP.
En la Diócesis de Mayagüez tenemos presentes doce Institutos Religiosos: diez femeninos y dos masculinos. Los Institutos Seculares son tres: dos femeninos y uno masculinos. Las Sociedades de Vida Apostólica son dos, ambas masculinas. La Diócesis cuenta con una viuda y siete vírgenes consagradas. Hasta estos momentos nadie en la Diócesis a abrazado la vida eremítica. A continuación, describiremos brevemente cada uno de ellos, su misión en la Diócesis y proveeremos sus contactos.